26.3.05

 

RAICES Y CABLES': Ciberespacio Polirítmico y la Negritud Electrónica

En nuestra búsqueda de modelos de ciberespacio que eludan el sistema coordinado cartesiano, debemos recordar la distinción hecha por McLuhan entre espacio acústico y espacio visual. Para McLuhan el espacio visual era un medio lineal, lógico y secuencial construido por caracteres alfanuméricos y, más recientemente, por una perspectiva de Renacimiento Occidental. Lo sabemos desde Descartes y William Gibson: la manifestación simultánea de una cuadrícula objetiva y un sujeto individual regidor.

McLuhan pensaba que los medios electrónicos estaban subvertiendo el espacio visual mediante la creación de un "espacio acústico": un medio psíquico y social que recuerda al tipo de espacio que percibimos con el oído: multidimensional, resonante, invisiblemente tangible, "un campo total y simultáneo de relaciones."

Lo que resulta especialmente útil de la analogía de McLuhan -y no debemos olvidar nunca que el pensamiento de McLuhan es esencialmente analógico- es que abre una dimensión del ciberespacio que ha sido, de forma general, pasada por alto: los espacios acústicos producidos en la cultura musical electrónica contemporánea. Desde los experimentos intelectuales de Cage y Stockhausen, pasando por las exploraciones analógicas de los productores de dub reggae y los músicos de rock progresista alemanes a finales de los 60 y principios de los 70, hasta la jungla actual de sonidos postambientales y el trip-hop, la música electrónica ha tenido un gran empeño en construir espacios, tanto musicales como sociológicos. Constantemente experimentando con tecnología barata y con la más moderna, y con un interés casi exagerado por la "cultura de la calle," la electrocultura es quizás el ejemplo supremo de la ocurrente afirmación de Gibson de que la calle le da a las cosas su uso particular.

Y si bien la electrocultura es un medio políglota, en el que las polaridades geográficas, raciales y sonoras se rompen y vuelven a combinar, también ha estado influida fundamentalmente por lo que Paul Gilroy llama el "Atlántico Negro" -no sólo integrado por la cultura afroamericana, sino también por las culturas mestizas del Caribe y las islas británicas. La electrocultura, pues, proporciona uno de los principales agentes del "Tercer Mundo digital."


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